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terça-feira, 8 de janeiro de 2013

Lêdo Ivo (2/2)

 Una nota que acompaña la publicación de  Rumor nocturno  define muy bien la manera en que esta poesía, tan terrenal, aspira continuamente a la trascendencia que es posible encontrar todos los días en las cosas, los seres, las personas , pues la combinación de elementos con los que trabaja, por decirlo así, sube y desciende, aletea y se cierne concisamente sobre lo observado que se filtra por las fibras de una visión que atesora instantes y sensaciones con un sabiduría “amasada” por el tiempo: “Lêdo Ivo es el atónito observador de los desmanes de la sociedad contemporánea, del sufrimiento de la naturaleza herida. Su poesía es un paisaje en el que la floresta resiste frente al avance de los yates abarrotados de banqueros, de las excavadoras, del desconcierto. Una poesía que sabe que en último término, pese a todo y con La Fontaine, todo el universo obedece al amor.  Una poesía a la vez carnal y espiritual que sabe que hay preguntas que no tienen respuesta, pero también que el secreto de la vida es aprender a convivir con ellas,  a ser nosotros mismos un equilibrio entre dos signos de interrogación”. [vii]  Prueba de ello son los poemas incluidos en  El salmo fugitivo  (2004, 2009), “Descubrimiento de lo inefable” (fragmento) y “Cristo en São Paulo”, además de otros dos que dejamos a la consideración de los amables lectores/as.

 DESCUBRIMIENTO DE LO INEFABLE 
Sin lo sublime ¿qué es el poeta? Sin lo inefable
¿cómo puede
alabar, si no trae para sí mismo,
la plena y extraña juventud de la joven a
quien ama?
¿Qué es el poeta, que imita las mareas,
sin adquirir con el tiempo una serenidad de
cosa siempre desnuda
como si las estrellas estuviesen caminando
gobernadas por su sonrisa
y sus brazos agitasen los árboles heridos por
la claridad de la luna?

Sin que su canto suba hasta los cielos,
sofocante música de la tierra,
¿qué es el poeta?
Soy libre cuando canto. Y quiero
que mi respiración oriente la voluntad de las
nubes
y mi amoroso pensamiento se mezcle al
horizonte.
Cantando quiero a octubre, quiero la lágrima
de sal
en el instante anterior al despertar: hoja
volando.

Sin lo inefable, que dura siempre sin permanecer
¿cómo conseguiré alabar a esa joven a quien
amo,
que nace en mi recuerdo plena como la noche
y triunfante como una rosa que durase
eternamente
no se limitase a la gloria de un día?
Sin lo inefable, que valoriza las manos y hace
volar el amor,
no podré descender de repente
al infierno de su cuerpo desnudo.

Lo sobrenatural todavía existe. Y no seremos
nosotros
los que alteraremos el indivisible orden de
las cosas
con nuestras manos que podrán quedar
inmóviles
en pleno amor, frente al cuerpo amado. […]

No es la mañana, depositando la simiente de
alegría en el corazón de los hombres.
No es la vida, cántico triunfal descendiendo
sobre las almas.
No es el poeta, subiendo por los andamios de
la carne del recuerdo de una mujer.
Son los ángeles que vinieron a vincularnos,
una vez más,
al orden eterno y a la anunciación.

No nos liberaremos jamás de esos ángeles
hechos de tierra y mar, creaturas celestes
que dejan caer en nosotros el sol de la
armonía.
Es inútil matar a los ángeles.
Ellos son invisibles y traicioneros.
De pronto, cuando nos sentimos seguros, ya
no somos
los consumidores de instantes, y estamos
entre el Día y la Noche, en el umbral
de una eternidad vigilada por ellos.

 CRISTO EN SÃO PAULO 
En la noche de Navidad
cuando las campanas tocaban
vi a Cristo caminando
en una calle de Sao Paulo.
Cuando nació
era ya nombre hecho,
traía desde su cuna
la soledad y la muerte.
El viento blanco y frío
susurraba en secreto:
“¡Qué breve es la vida
para los hombres y los dioses:
un suspiro de Cristo
exhalado en la oscuridad!”.
Cargando la cruz
Jesús iba solo
camino del Calvario.
Nadie lo acompañaba.
Luminoso rumor
de una noche de fiesta.
Jesús se estremecía.
¡Qué fría era la noche!
Y la boca del metro
en la neblina
devoraba sus pasos.

 LA META 
Juguemos fuera de nuestros cuerpos,
que se vuelven licenciosos.
Quedémonos sólo con nuestras almas,
entes abstractos y radiantes.

Guardemos apenas lo eterno,
lo demás es efímera escoria.
Aspiremos a lo absoluto.
El resto no vale la pena.

Los cuerpos que aman y desaman
y se enroscan, flexiblemente,
en el blanco universo de las camas,

son los embrujos sucesivos
de nuestras almas exigentes
que sólo aceptan el Paraíso.

 LA ETERNIDAD PREMEDITADA 
Esto será la eternidad:
un incesante subir escaleras.

Y siempre estarás al comienzo de la escalera
monumental
aunque todos los días sean peldaños.

Dios ¿por qué hiciste la eternidad?
¿Por qué nos obligas a subir tantas escaleras?


 Versiones de Maricela Terán 


 [vii] http://vasorotoediciones.blogspot.mx/2009/12/ledo-ivo-rumor-nocturno.html .  Énfasis agregado.

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